La imagen de Castagnino soporta una evidencia
insoslayable: La de la existencia como un devenir manifestado en la opresión.
Si la naturaleza humana fuera vista como una construcción edilicia
podríamos afirmar la idea de algo soportante y algo soportado a la
manera de un Partenón. Pero siempre los extremos reconocen una ruptura
que premeditadamente convive sujeta al pliegue.
El recurso del muro es aquí un texto que juega con el fenómeno
de nuestras dicotomías existenciales. El muro, en tanto se convierte
en límite, articulación o frontera es símbolo de cerramiento,
de algo que contiene y algo que es contenido. Desde esta perspectiva bien
puede entenderse como envase, paquete o envoltorio de algo esencial. El
muro en un recurso fundante. Por un lado encierro y por el otro la liberación,
lo escondido detrás de lo aparente, los sentidos peleados con la
razón. El cruce material de una pared homogénea con todos
sus ladrillos y el quiebre desnudo y violento de otra dimensión.
Resultado de esta polaridad habita el hombre una existencia de duros contrastes.
Resiste y exhala. Persiste y desiste.
Conceptos fúndanles. Si existe el vacío es porque sabemos
qué es lo completo, de la misma manera que comprendemos la opresión
en tanto experimentamos qué es ser libres. Técnicamente, el
pliegue es un elemento oscuro y opaco, semánticamente el pliegue
es un corte que solo puede resquebrajar lo denso para dejarnos espiar, para
soportar el aire que pone en duda las reglas y que teje la trama del conflicto
con todas sus verdades fundadas en miles de mentiras. El pliegue es un contenido
encendido ubicado con frecuencia en un "detrás". Quién
mira y quién es mirado?...
Uno y Otro fundado en lo Mismo. Resultado de este contraste construye el
hombre las cavidades como huecos para entrar pero, y aquí habita
la sospecha, también edifica ventanas como fórmulas para salir.
Sin embargo no siempre existen las sospechas y, en consecuencia, la búsqueda
no alcanza para escapar.
Adriana Garbarino
2002
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